Cuando el 8 de mayo de 1945 Alemania se rinde incondicionalmente ante las potencias Aliadas —incluyendo a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS)—, todo el edificio político-jurídico de lo que había sido el Tercer Reich alemán se desmorona como un castillo de naipes. A partir de este momento, Alemania desparece como Estado soberano y su territorio pasa a ser administrado por las principales potencias ocupantes: la Unión Soviética, los Estados Unidos de América, el Reino Unido y Francia. Ya durante las Conferencias de Teherán (1943) y Yalta (1945) se había tomado la decisión de dividir al país vencido en diferentes zonas de ocupación. Quedaba por concretar la manera en que esta ocupación tendría lugar. La conclusión de las acciones puramente bélicas arroja un panorama absolutamente desolador tanto en Alemania como en el resto de Europa. Los siguientes años abren un período caracterizado por la reordenación de las fronteras políticas en el continente que, en el caso de Europa Central y Oriental, alcanza una envergadura verdaderamente notable, condicionada por las políticas de control y posterior satelización de estos territorios por Stalin, ahora ocupados por el Ejército Rojo y encuadrados por las políticas ‘de clase’ ejecutadas por el NKVD, la policía política del régimen comunista soviético antecesora de la KGB.El capítulo alemán, no obstante, no había acabado. De las cenizas de la Alemania de Hitler surgirá un nuevo Estado totalitario de carácter revolucionario, la República Democrática Alemana (RDA), el exponente más completo y refinado de las dictaduras comunistas que asolarían Europa del Este hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Símbolo por antonomasia de la Guerra Fría, tras el muro se esconderá una sociedad policial encadenada por la sucesora de la Gestapo, la Stasi, que llegará a adquirir un control mucho mayor que su antecesora sobre la vida de los alemanes y desarrollará una dura competencia con los servicios secretos de la otra Alemania, la República Federal de Alemania (RFA). En esta guerra civil, las dos Alemanias no dudarán en utilizar a antiguos criminales de guerra nazis, ni desdeñarán ninguna herramienta jurídica ni policial para poner de rodillas al enemigo.Por estas páginas desfilarán no sólo los implacables métodos de sometimiento social implementados por la dictadura comunista en Alemania, sino que también lo harán los componentes de la organización terrorista banda Baader-Meinhof, cuyas acciones pondrán contra la pared a la nueva democracia alemana en Occidente, que a su vez tendrá que defenderse poniendo en práctica el Derecho Penal del Enemigo.
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