Una novela que explora la audacia técnica del Imperio romano y la corrupción detrás de sus grandes obras públicasUna obra imposible. Un emperador seducido por la eternidad. Y un hombre dispuesto a desafiar a Roma en una batalla de ingenio, ambición y traición Año 106 d.C. (859 Ab Urbe condita), Itálica, Provincia Bética. Cayo Mumio Secundo ha perdido por tercera vez las elecciones al duunvirato, pero no las perderá una cuarta. Su baza será lograr que Trajano, una vez concluya la campaña en Dacia, autorice un gran proyecto de ingeniería para mayor gloria de su ciudad natal, algo que en 900 años Roma nunca ha realizado: un túnel monumental bajo un gran río. Roma ha construido grandes puentes, pero ningún túnel fluvial. Secundo propone unir las orillas de Itálica e Híspalis con un túnel por debajo del río Betis. La burocracia que debe sortear es enorme, porque nadie cree en el proyecto, ni la curia de Itálica, ni el procónsul de la Bética, ni el prefecto de Roma, ni Apolodoro de Damasco, el gran arquitecto del emperador. Nadie apoya el proyecto, salvo una persona, para estupefacción de todos: Marco Ulpio Trajano, quien se deja convencer por las promesas de inmortalidad de su legado, comparable a las grandes pirámides de Egipto en Oriente. Obligados por el deseo del emperador, los que se oponen quieren boicotear el proyecto del túnel, proponiendo una alternativa igual de compleja: un gran puente sobre el río Betis, río, además, navegable. ¿Qué llegará a buen fin, un túnel o un puente? La división de los técnicos, de los políticos, alcanza en Roma a la propia familia imperial con la intervención de Adriano y de la augusta Pompeya Plotina, y somete a Secundo y a los Mumios (y a las ciudades de Hispalis e Itálica) a una gran tensión. Pero Secundo está dispuesto a sacrificarlo todo, absolutamente todo, a su ambición de gloria eterna.
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