Ca la Viuda, una casa de pueblo un poco apartada del resto de vecinos, lleva años vacía. En su interior, los retratos de la estirpe familiar cuelgan, pacientes y severos, sobre la chimenea, esperando la vuelta a casa de la última mujer de la familia. Y al fin llega el día y aparece Maria en el umbral, arrastrando los pies en la hojarasca. Lleva una mochila raída, un cochecito de criatura, una trona, maletas. Parece más muerta que viva, completamente exhausta. Pero allí está. Le esperan nueve meses por delante, los peores de su vida. Nueve meses para replegarse y resurgir de sus cenizas, para volver a habitar la casa madre, acurrucarse con ella y dejarse acunar por sus fantasmas. Un tiempo macabro y oscuro en el que, pese a todo, la vida sigue y brota por todas partes: en la ternura de Manel y en la vitalidad arrolladora de Cristineta, sus vecinos. En el cotilleo diario en Ca la Puri, la peluquería del pueblo, o en un simple ramillete de violetas olvidado muchas veces bajo una ventana. Solo tierra, solo lluvia, solo barro es el sorprendente debut de Montse Albets, una novela dura y hermosa sobre el duelo y la soledad extrema, pero también sobre las segundas oportunidades, la calidez humana y la necesidad incuestionable de los demás.
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